Cuando el apóstol Tomás dudó que Jesús hubiera resucitado y que los otros discípulos lo hubieran visto y hubieran hablado con Él, para convencerlo fue necesario que él mismo viera al Salvador y tocase los orificios que habían dejado los clavos en Sus manos y pies. Ahora bien, concesiones de ese tipo son escasas en la senda de la fe.
Parece que con más frecuencia Dios quiere que creamos sin haber visto, a cambio de lo cual recibiremos grandes bendiciones. (Juan 20:25,29)
Creer en lo que no vemos no es fácil. Sin embargo, en parte la evidencia está a nuestro alrededor.
Las flores que aparecen en primavera, los árboles cargados de fruta y cada abundante cosecha de trigo, maíz o arroz tiene su origen en semillas relativamente pequeñas. Enterradas en la tierra, calentadas por el sol, regadas por la lluvia o el agricultor, las semillas se transforman y con el tiempo se convierten en plantas adultas.
Que todas esas plantas, con toda su belleza y utilidad, procedan de pequeñas semillas es una ilustración de la fe. En Mateo 17:20 Jesús comparó la fe con una semilla de mostaza: «De cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: “Pásate de aquí allá”, y se pasará; y nada os será imposible».
Para realizar este ejercicio sal a dar un paseo. Mira las flores y las plantas. La belleza y los misterios del mundo natural son un reflejo de las verdades espirituales. A menos que seas botánico, probablemente no estás al tanto de cada detalle del proceso por el que una semillita se transforma en una planta llena de flores. De la misma manera, aunque a veces cuestiones asuntos de fe, es muy posible que tu fe siga viva y activa.
Mientras paseas, detente a examinar de cerca algunas plantas. Observa sus intrincados diseños. Huele la fragancia de las flores. Palpa las variadas texturas de las hojas y tallos de distintas plantas, algunos lisos, otros más ásperos. Observa los matices de color y las diversas fases de crecimiento. A continuación, retírate un poco y quédate mirando la escena. Recuerda que todo eso procede de diminutas semillas.
Seguidamente examina tu fe. Quizá no nació siendo un majestuoso árbol. No importa. Basta con que empiece como una semilla. Siémbrala, cuídala y aliméntala mediante la lectura de la Palabra de Dios, y seguramente crecerá.
Text courtesy of Activated magazine. Art by Didier Martin.