En la Biblia, el primer libro de los Reyes narra la historia del profeta Elías. El capítulo 19 relata un tumultuoso episodio en el que huyó para ponerse a salvo de la malvada reina Jezabel y se ocultó en el desierto. Al cabo de un tiempo, Dios le indicó que se trasladara al monte Horeb. Allí le dijo que saliera de la cueva en la que se había refugiado y se presentara delante de Él. Un fuerte viento azotó la montaña y desmenuzó unas piedras cercanas; luego sobrevino un terremoto, seguido de un fuego; finalmente se oyó un «silbo apacible y delicado». Dios no estaba en el viento, ni en el terremoto, ni en el fuego; pero sí era Suyo aquel suave murmullo.
Tú también puedes recogerte y pasar un rato a solas con Dios. En Su presencia oirás Su voz y recibirás Sus palabras de amor y aliento, respuestas a tus interrogantes y soluciones a tus problemas. Se hace así:
Busca un lugar tranquilo donde nadie te vaya a molestar. Lo ideal es retirarte por un mínimo de 15 minutos. Lleva una Biblia o alguna lectura inspirativa, y también un computador portátil, o bien lápiz y papel.
Comienza leyendo uno o dos pasajes breves para infundirte fe. Luego piensa en algún interrogante que quieras que Dios te aclare; o en algún problema o inquietud sobre el que deseas que te hable. Puede ser algo que simplemente suscite tu curiosidad. Permanece en silencio y escucha lo que te diga. Quizá te recuerde algo que has leído en Su Palabra, o te traiga a la memoria algo que has visto o escuchado, o te dé un mensaje en palabras o en imágenes. Escribe lo que te venga al pensamiento para poder referirte a ello más adelante. Finalmente, agradécele que te haya hablado.
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