De niño, la madre de Guo Youming notó que caminaba con dificultad y se caía con frecuencia. Su anomalía empeoró hasta que le diagnosticaron distrofia muscular a la edad de 7 años. El diagnóstico fue devastador para sus padres, que debieron lidiar con el sentimiento de culpa y tristeza al enterarse de que el mal no tenía cura. Youming reveló que él también por poco da lugar a la desesperación, pero se dio cuenta de que eso no haría más que dificultarles las cosas a sus padres. En cambio, se negó a dejar que su condición le impusiera límites y se propuso «esforzarse al máximo y sonreír valientemente», según sus propias palabras. A los nueve años ya no pudo caminar y quedó confinado a una silla de ruedas. Al atrofiarse sus músculos, perdió toda funcionalidad en sus extremidades. Hoy su infatigable madre lo ayuda a comer, ir al baño, ducharse y realizar otras funciones básicas.
Pese a que Youming dependía de su madre para que lo llevara a clase, insistía en no faltar nunca. Con su actitud optimista y positiva se granjeó las simpatías de sus compañeros y profesores, que admiraban su talante victorioso ante la vida a pesar de padecer una enfermedad degenerativa.
A los 26 años Youming solo puede ingerir líquidos y depende de un respirador para el día a día. Su fortaleza física se fue deteriorando tan rápidamente que ni siquiera pudo terminar su ceremonia de graduación. Sin embargo, pasó el examen oral con notas sobresalientes y obtuvo un máster en literatura china. La literatura es su pasión. Su tesis consistió en una selección de poemas de su propia factura y otras obras. Tiene una extensión de 100.000 palabras, lo que entraña un logro monumental, teniendo en cuenta que apenas puede tipear diez palabras por minuto durante diez minutos al día, echado de espaldas y maniobrando un ratón para pulsar un teclado especial. En un futuro Youming espera pasar el examen para ejercer como empleado público.
«No podemos determinar nuestra suerte —dice Youming—, pero sí podemos decidir cómo enfrentarla. Si nos parece que la vida no tiene sentido, pues entonces debemos darle sentido. Sea que nos pasemos el día tristes o alegres, igual tendremos que vivirlo. ¿Por qué no hacerlo con alegría? Mientras yo no deje de creer que puedo resistir, Dios y los demás tampoco dejaran de creer que puedo».
Historia gentileza de la revista Conectate.