En África ver un camión sucio, cargado de metales oxidados y vomitando humo negro por el tubo de escape es bastante común. A nadie le gusta quedarse atrapado detrás de uno en medio de un atasco.
En cierta ocasión escuché a dos conductores hablando justamente de eso. El primero afirmaba que cuando se veía en ese aprieto hacía hasta lo indecible con tal de salir de ahí, aunque implicara el riesgo de andar cruzándose de un carril a otro entre el tráfico.
El otro conductor veía el asunto desde una perspectiva muy distinta. Cuando se encontraba detrás de un camión de esos —decía—, cerraba las ventanillas y se quedaba detrás del mamotreto, porque la experiencia le había enseñado que cuando el semáforo pasaba a luz verde y estallaba el coro de bocinas y motores de vehículos, el camión hacía sonar su potente bocina y se abría paso entre el tráfico y la confusión gracias a su imponente tamaño y fuerza. Lo único que tenía que hacer él entonces era pegarse detrás de él y seguirlo.
Aunque todos estamos de acuerdo en que es exasperante y desagradable quedarse atascado en un problema, quizá sea justamente esa dificultad la que nos marque un nuevo derrotero que nos lleve con mayor celeridad por el camino de la vida.
Historia gentileza de la revista Conéctate. Imagen de Wikimedia Commons.