Si observamos la puerta a la que Jesús llama, vemos que no tiene manilla. Simboliza la puerta de nuestro corazón, que solo puede abrirse desde el interior. ¿Has abierto tu vida a Jesús? Él no entrará a la fuerza; tú mismo debes abrir.
«He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye Mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo» (Apocalipsis 3:20)
Si has invitado a Jesús a entrar en tu vida, ¿en qué medida lo haces sentirse bienvenido? ¿Qué lugar le das?
Para ayudarte a responder a esta pregunta, piensa en los demás integrantes de tu familia. Los saludas por la mañana. Te interesas por su felicidad y bienestar. Cuando vienen amigos de visita, se los presentas. Te sientas con ellos a conversar. Comes en la misma mesa. Sería de mala educación hacer como si no existieran u olvidarse de su presencia.
Al recordar el nacimiento de Jesús este mes, piensa en el lugar que ocupa Él en la casa de tu vida.
Imagen de Evans E/Flickr. Texto adaptado de la revista Conectate.