Imagínate a un niño pequeño con un regalo de cumpleaños o de Navidad. El niño rompe emocionadamente el envoltorio para descubrir lo que hay dentro. Tiene los ojos abiertos de par en par y da un chillido de alegría al ver el juguete nuevo. Seguidamente se pone a empujar su camioncito por la habitación. O imagínate a una niña que abraza la muñeca de cabellos dorados que le acaban de regalar.
Esa misma capacidad de asombro y agradecimiento se pone de manifiesto al leer los Salmos:
Gracias te damos, oh Dios, gracias te damos, pues cercano está Tu nombre; los hombres cuentan Tus maravillas. (Salmo 75:1)
Tú eres grande y hacedor de maravillas. (Salmo 86:10)
Andaré alrededor de Tu altar, oh Señor, para exclamar con voz de acción de gracias, y para contar todas Tus maravillas. (Salmo 26:6,7)
Para este ejercicio, figúrate que eres ese niño que no sale de su asombro al recibir tantos regalos de Dios: salud, familia, amigos, vivienda, sustento, un mundo hermoso… La lista es interminable. Emociónate a medida que desenvuelves en tu imaginación cada uno de esos tesoros y bendiciones. Da gracias a Dios.
Gentileza de la revista Conéctate. Usado con permiso. Imagen diseñada por Freepik.